Silvia Torres Castilleja, es una de las científicas mexicanas más destacadas y la primera mujer mexicana doctora en Astronomía, grado que obtuvo por la Universidad de Berkeley. Entre otros cargos, en 2009 fue la coordinadora del Año de la Astronomía en México; y dos años más tarde la ONU le otorgó el galardón L’Oreal Unesco, en el rubro de “Mujeres en la Ciencia”.
Se ha desempeñado como directora del Instituto de Astronomía de la UNAM y, desde 2015, es presidenta de la Unión Astronómica Internacional, organismo en el que colabora desde hace 15 años.
Su vida está llena de memorias, mas no de nostalgia. Se acuerda, por ejemplo, del punto exacto en el que inició su carrera como astrónoma: fue en 1958 gracias a la materia de Astrofísica —a la que asistían apenas cuatro alumnos: dos hombres y dos mujeres—, impartida dentro de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Dice, convencida, que ahí se enamoró de las estrellas.
Guarda otros recuerdos: en 1959 utilizó la primera computadora que llegó al país, una IBM 650; cuenta que era del tamaño de cinco refrigeradores y en la sala en donde operaba siempre soplaba el aire acondicionado. Años después se convirtió en la primera doctora en Astronomía nacida en México.
Habla con ímpetu, sin rodeos. A sus 78 años, tiene el cabello lleno de canas, pero la rapidez de sus pasos y sus enérgicas respuestas dan otra impresión. Pese a sus múltiples reconocimientos —la Medalla Guillaume Bude del Collège de France, la Medalla Académica de la Sociedad Mexicana de Física, el Premio Universidad Nacional de la UNAM, entre muchos otros—, Silvia Torres Castilleja niega ser una de las grandes científicas de México: “Me queda claro que soy de las más viejas científicas del país, eso sí, eso está clarísimo”.
Estamos en el Instituto de Astronomía de la UNAM. Aquí, en la pared más ancha del despacho de Silvia Torres Castilleja, hay un librero que corre de piso a techo en el que guarda cientos de títulos. La lectura es un hábito que cultiva desde pequeña y no piensa retirarse ahora. De hecho, sigue activa en su profesión: su área de estudio son las nebulosas planetarias.
Para ella, asomarse a la bóveda celeste a través del telescopio de un observatorio es sobrecogedor. Allá, en el fondo del cielo, no hay luz. Tampoco contaminación, ni siquiera nubes. Pero Silvia no permite que la emoción la ciegue. “Eso le estorba a tu trabajo y debes aprovechar el tiempo”, dice contundente. “En realidad yo me dedico a estudiar de qué están compuestas las estrellas jóvenes, las que se están formando hoy… bueno, hoy y hace tres millones de años, que para tiempos astronómicos es lo mismo”.
Silvia hace un recuento de su trayectoria y descubrimientos sin vanidad. Hoy es presidenta de la Unión Astronómica Internacional (UAI) —es la segunda mujer en este cargo desde 1919—, una agrupación de más de 12 mil astrónomos profesionales de distintas nacionalidades. El periodo de su cargo finalizará este año; llegar hasta aquí no fue cosa fácil: cuando inició su carrera, ser científica y mujer era una rareza. Su género, en distintas ocasiones, representó un impedimento.
“(Viví en) la época en la que casi todas las universidades más fuertes en Estados Unidos —Harvard, Yale, Caltech— eran de hombres. Apenas estaban empezando a aceptar mujeres, no en las licenciaturas, sino en estudios graduados —recuerda—. Caltech me aceptaba porque mi marido también quería estudiar. Iba como su esposa. Como las condiciones eran terribles, nos fuimos a la Universidad de California que sí era mixta. Fue maravilloso, la mejor oportunidad de mi vida”.
En la Ciudad de México es difícil observar las estrellas porque hay demasiada luz, explica Silvia Torres Castilleja, pero cualquiera que quiera hacerlo solo debe salir al campo. Por otro lado, recomienda observar la Luna. “Es maravilloso hacerlo —dice—. Darse cuenta de los cambios de fase, a qué hora sale, de qué lado del cielo sale. O ver a Saturno, que es espectacular y puede verse con un telescopio pequeño”.
Otra opción es acudir a un evento que ella misma ha coordinado para acercarse a niños, jóvenes y astrónomos aficionados: la Noche de las Estrellas. El evento tiene más de un objetivo: llevar la ciencia a las calles de manera gratuita, hacer conciencia sobre los efectos de la contaminación lumínica y, uno de los objetivos más importantes, estimular el gusto en los jóvenes por las carreras científicas.
“Tenemos que entusiasmar a los jóvenes —hombres y mujeres— porque nos está faltando: no están presentes en todas las ciencias. No hay suficientes en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Faltan más mujeres, es cierto, y hay que revertirlo porque no está bien”, explica. “El problema es que a veces ni se lo plantean, entonces los jóvenes pierden oportunidades, pero el país pierde talento”.
Stephen Hawking, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Johannes Kepler son sólo algunas de las mentes que han hecho grandes aportaciones a la Astronomía; pero entre ellos destaca la de Galileo Galilei, considerado el padre del telescopio.
Cabe señalar que este último tuvo conflictos con la iglesia por sus ideas revolucionarias al plantear que la Tierra giraba alrededor del Sol y viceversa como lo establecía el paradigma antropocentrista del siglo XVI.
La lucha emprendida por Galileo en contra de la autoridad para tener libertad de investigación puede ser equiparable a la de la mujer por ocupar un lugar en el ámbito científico.
Ejemplo de esta lucha por obtener oportunidades es el caso de la doctora Linda Silvia Torres Castilleja, una de las primeras mujeres que incursionó en la rama astronómica mexicana, y la primera con formación de doctorado.
Torres Castilleja ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el Distrito Federal; donde afianzó su gusto por ciencias básicas como Química, Física y Matemáticas.
En 1958 se integró a las filas de estudiantes de la Facultad de Ciencias, de la misma universidad, donde no tardó en incorporarse como asistente de investigador en el Observatorio Astronómico Nacional
Posteriormente, obtuvo una beca para estudiar el doctorado en la Universidad de California, Berkely, Estados Unidos. A su regreso, se reincorporó a la UNAM como investigadora del Instituto de Astronomía.
Desde su llegada a este plantel de investigación se especializó en el estudio de la composición química de los gases calientes que existen en el espacio interestelar; es decir, la zona que está entre las estrellas.
A decir de Torres Castilleja, quien fuera coordinadora en 2009 del Año de la Astronomía en México, la región interestelar no está completamente vacía, pues contiene gas muy tenue y pequeñas partículas sólidas de polvo, cuyo análisis aporta información sobre el origen y evolución de las estrellas y sistemas planetarios.
Comentó que en nuestra galaxia las densidades típicas del gas son de un átomo por centímetro cúbico y apenas una partícula de polvo en cien mil centímetros cúbicos.
El gas está constituido principalmente de hidrógeno (H) y Helio (He); así como de carbono (C), oxígeno (O), nitrógeno (N) y el resto de los elementos químicos en menor cantidad.
Asimismo, explicó que en la galaxia la distribución del gas no es uniforme, ya que en algunos lugares es mucho más denso y frío y se encuentra en estado molecular; mientras que en otras regiones es caliente y está ionizado (cargado eléctricamente).
Indicó que a los astrónomos les interesa determinar las propiedades de este material no sólo como uno de los constituyentes del Universo, sino para entender la relación entre el gas y las estrellas; además de las primeras fases de la evolución del cosmos.
Actualmente, la experimentada investigadora estudia estrellas que pierden su masa para arrojarla al espacio y con ello convertirse en grandes nubes gaseosas o nebulosas planetarias.
Ha sido una pionera en México en el uso de los satélites astronómicos para el desarrollo de su trabajo de investigación, pues en 1979 obtuvo tiempo en el Observatorio Espacial Explorador Ultravioleta Internacional (IUE, por sus siglas en inglés) y más recientemente en el Telescopio Espacial Hubble para estudiar las propiedades de las nebulosas planetarias, el espacio interestelar y núcleos de galaxias, entre otros fenómenos.
Sus aportes a la Astronomía le han valido múltiples distinciones, entre las que destacan: la medalla Guillaume Bude, del Colegio de Francia, el Premio Universidad Nacional, en el área de Ciencias Exactas, y en 2007 fue nombrada Investigadora Emérita Nacional del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Ese mismo año recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, que otorga la Presidencia de la República, por sus estudios del gas caliente entre las estrellas.
De acuerdo con la investigadora, esta presea es un gran reconocimiento a la labor desempeñada durante años; así como un estímulo para continuar por la misma senda. Empero, aseguró que incluso sin las distinciones, ella desempeñaría su trabajo con la misma pasión.
Este ímpetu por el trabajo es el que le ayuda a sortear las desventajas que, a su parecer, presenta la ciencia mexicana: “falta instrumentación, pues cada vez es más sofisticado y caro. Acceder a él requiere de participar en consorcios de varias universidades, incluso de diferentes países”, dijo.
Además, enfatizó que no existen suficientes plazas para los jóvenes que egresan. “Hay una demanda de educación en todos sus niveles, la cual tenemos que atender.”
La investigadora emérita de la UNAM explicó que formar nuevas personas que conozcan el campo de la física, matemáticas y astronomía también es parte de su responsabilidad como científica.
“La interacción con los investigadores jóvenes implica un crecimiento para ambos, pues el viejo se renueva y el joven retoma un poco de su experiencia; aunque a veces ocurre totalmente lo contrario”, comentó la investigadora.
En cuanto a la incursión de la mujer en la ciencia, apuntó que aún hay camino por andar, ya que por razones históricas ésta había sido marginada y disminuida.
“Históricamente ha habido astrónomas que han hecho aportaciones importantes; sin embargo, fueron reconocidas tardíamente. Ahora la situación es distinta, ya hay mayor aceptación tanto por parte de lo hombres como de los colegas; además de que las mujeres exigen su papel en el concierto de la ciencia”, señaló.
De acuerdo con Torres Castilleja, la ciencia requiere de los mejores cerebros y talentos; por lo que al sólo se concentrarse en los hombres pierde la mitad de sus oportunidades de crecimiento y desarrollo.