Mujer: Vida y Estilo

Laura Mantecón Arteaga, precursora de la rebeldía

Laura Mantecón Arteaga, una mujer mancillada, atacada, humillada y golpeada física y moralmente por una sociedad machista y misógina del Siglo XIX, casta manipulada por el entonces presidente de México, el general conservador Manuel “el manco” González, esposo de doña Laura, quien modificó el Código Civil sólo para perjudicar a su esposa y evitar entregarle bienes al ser demandado por ella y solicitar el divorcio.

Mantecón Arteaga tuvo por infortunio vivir un drama junto al “manco” González, quien la hizo víctima de golpes, humillaciones y malos tratos desde los 15 años, edad en la que doña Laura se casó con quien sustituyó en la presidencia de la República a Porfirio Díaz por cuatro años (1880-1884).

Laura Fernández de Arteaga y Mantecón-Pacheco, nació en 1845, se desconoce la fecha exacta, fue la esposa del general de división Manuel “el manco” González, hija de una pudiente familia oaxaqueña; fue educada de manera notable, algo muy raro para las mujeres de su tiempo.

Contrajo matrimonio en 1860 con el entonces viudo “manco” González; tuvieron dos hijos, Manuel y Fernando, dos abortos debido al maltrato físico. “El manco” era dado a la vida degenerada en los burdeles, y desde inicios del matrimonio, fue maltratada física y económicamente. También tuvo él múltiples aventuras con mujeres jóvenes e hijos fuera del matrimonio, que él mismo reconoció.

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Recién casados, doña Laura y “el manco” se establecieron en un pequeño departamento en el segundo piso de una vieja construcción situada en la calle de Mesones, en la Ciudad de México; por encima de una lechería, un estanquillo y una tortillería.

Tiempo después se mudaron a la finca campestre del general González llamada El Moquetito en Tamaulipas, donde cuenta uno de sus descendientes, que Laura se ponía pantalones y laboraba en el campo dando instrucciones a los albañiles y obreros de la propiedad.

Así vivieron por tres años, luego regresaron a la capital y “el manco” González se fue a la guerra; y en adelante Laura iría a buscarlo cada vez que fuera apresado o herido, y a interceder ante las autoridades correspondientes – en una ocasión ante el presidente Benito Juárez – para que se le permitiera hacerse cargo personalmente de la atención y curación de su esposo.

Cierta ocasión, cuando ella fue a recoger al “manco” González al campo de batalla, éste le gritó que seguramente había tomado la molestia de ir porque suponía que él había muerto y así estaría libre para buscar a otro afecto.

Doña Laura Mantecón nunca llevó una vida matrimonial feliz al lado del “manco” González, quien tenía fama de ser un tipo sin escrúpulos, fiel participante de orgías y francachelas en los prostíbulos y en las casas de sus amistades eran cosa sabida por la sociedad y la prensa.

Reportes de prensa de la época afirman que mandó traer a dos francesas y a una circasiana (grupo étnico del noroeste del Cáucaso, Circasia, Rusia), expertas en artes amatorias, y que a esta última la instaló en su hacienda de Chapingo, estado de México. Y todo esto sin el menor respeto hacia su esposa Laura.

Su cinismo fue tal que, no sólo llevaba varias relaciones simultáneamente jurándoles a cada una lealtad total; sino que incluso las llevó a vivir al hogar familiar en Peralvillo y como Laura era un obstáculo en sus conquistas, la envió a Cuernavaca con instrucciones de no regresar a la capital.

Laura regresó pues el general no le daba dinero para mantenerse; él se molestó mucho y le impidió entrar a su hogar mandándola a Tacubaya, a un sitio que ni siquiera tenía cocina.

Durante el cuatrienio presidencial de González; éste vivió con otra mujer en la casa de Peralvillo, donde alguna vez viviera Laura, quien desde 1878 se había distanciado de él. Ante tal descaro, Laura hubo de aguantarse pues el Jefe del Ejecutivo no podía verse envuelto en un escándalo de tales dimensiones. Laura no aguantó más la humillación y un buen día, cansada y molesta, presentó una demanda de divorcio civil.

Imagen ilustrativa, ya que desafortunadamente no existen fotografías de la valiente Laura Mantecón Arteaga, probablemente destruidas por el nefasto de su marido Manuel «el manco» González.

Laura Mantecón da un paso decisivo

En 1885 Laura Mantecón Hizo lo que ninguna mujer había hecho hasta entonces: Presentar una demanda de divorcio civil, ante la 2a sala del juzgado lo que sería el primer juicio de separación en México.

Aunque ella redactó las pruebas presentadas ante dicha instancia, fue representada por el licenciado Juan Cordero.

El general González cambió el Código Civil para perjudicarla en el juicio y también usó sus influencias como político y alto funcionario para comprar a la justicia y poner a los jueces del caso a su favor.

Ella puso una escuela, una casa de huéspedes, estudió homeopatía en el extranjero, se hizo costurera y abrió una tienda de ropa para dama; sin embargo, su esposo hizo todo lo posible por hostigarla y destruir sus proyectos.

Ni familiares ni amigos quisieron ayudarla; terminando sus últimos días viviendo sola, sin ver a sus hijos y en la miseria.

Manuel «el manco» González, personaje oscuro de nuestra historia.

Reforma “el manco” el Código Civil

La reforma que Manuel “el manco” González hizo al código en 1884, hace algunas modificaciones destinadas a afectar a aquéllas mujeres que como Laura, tuvieran el atrevimiento de querer defenderse de maridos abusivos como él.

Doña Laura Mantecón se atrevió; sola, sin apoyo y sin recursos, a pelear no solo en contra de las costumbres sociales sino contra un hombre poderoso y rico. La respuesta del “manco” fue hacer todo lo que estuvo en sus manos para hundirla.

La corrió de su casa, le quitó a sus hijos, la dejó sin medios de manutención y manchó su nombre.

Laura no encontró ningún abogado que quisiera hacerse cargo de su caso, ni tampoco alguien que quisiera ser testigo en contra del acusado.

Recurrió a su hermana, a su cuñado y con su compadre Porfirio Díaz y los tres se negaron. El juez de lo civil encargado del caso de la señora Mantecón fue comprado por “el manco” González y por lo tanto, actuó al favor de éste.

Valiente y decidida, doña Laura insiste ante la autoridad acudiendo a un tribunal superior. Con su letra redacta, nuevamente, los documentos. Lo que deseaba era separarse de él, pero tener acceso a sus hijos y a una pensión alimenticia.

Escribió con detalles que luego publicó, los motivos que la orillaron a tan drástica decisión. Señalando que desde que se casó, muchas veces tuvo que trabajar o pedir ayuda a su familia porque su esposo la tenía en el abandono, que presenció actos vergonzosos de su marido con las sirvientas de la casa.

Además del adulterio y la vergüenza por la exhibición pública de las aventuras del general González, quien era irascible y de mal carácter; “en la intimidad” y en público, era obligada a hacer cosas que “desgarraron el velo de mi inocencia pero no aniquilaron mi pudor”.

La situación se agravó cuando “el manco” González le cerró la puerta de su propia casa y llevó en su lugar a una hermosa joven de padres ingleses.

Para no afectar la carrera política del general, en lugar de proceder jurídicamente lo que hizo fue separarse.

Durante 7 años vivió en otra casa, mientras su marido ascendió por la escalera política, se convirtió en presidente por cuatro años.

Tiempo que el general aprovechó para cambiar los bienes conyugales a su nombre e hizo cambios en el Código Civil.

Peleó sola, sin recursos y sin apoyos en contra de las costumbres sociales y contra un hombre rico y poderoso.

“El manco” González no sólo la corrió de su casa, le quitó a sus hijos, la dejó sin medios de manutención, la calumnió mancillando su nombre y la excluyó de la sociedad. Durante mucho tiempo se creyó que doña Laura estaba loca.

El orgullo de macho del general Manuel “el manco” González no permitió aceptar la rebelión de su mujer, que lo pusiera en evidencia y decidió aplastarla.

Ella insistió ante un tribunal superior, pero al final perdió todo, no le aceptaron ningún causal de divorcio, le quitaron techo, sustento y familia, dejándola en la peor de las miserias mientras el hombre derrochaba fortunas en sus bacanales.

 

Valiente hasta el final de sus días

Mientras todo el proceso jurídico es asimilado, Laura Mantecón, en ese tiempo (1885) de 40 años, busca trabajar para subsistir pues “el manco” González se opuso a mantenerla.

Primero instala una escuela elemental en la calle del Empedradillo, hoy en la calle Monte de Piedad, en la Plaza de la Constitución; cuando los maestros que colaboraban con ella renunciaron por el hostigamiento oficial, monta una casa de huéspedes en la que cuida mucho exigir que las parejas demuestren estar debidamente casadas.

Pero como las autoridades siguen interviniendo en sus proyectos, se va a Estados Unidos y en Nueva York estudia medicina homeopática.

Una vez en México, Laura no puede ejercer pues a las mujeres no se les permitía, de tal forma que se hace costurera y abre una tienda de ropa para dama. “Se vivir a expensas de mi trabajo honrado sin mendigar lo que por derecho me pertenece”, declararía.

Sus esfuerzos para ganarse la vida fueron reprochados por la autoridad, pues el juez se negó a conceder el divorcio y afirmó que ella avergonzó a su marido cuando se fue a poner establecimientos y a viajar por el extranjero sin su permiso. Al final, Laura pierde todo; los jueces de las dos instancias a las que sometió su caso se negaron a concederle el divorcio atribuyéndole enfermedad mental, desórdenes emocionales, celos enfermizos y deseos de venganza.

Le quitan techo, familia y sustento dejándola en la peor de las miserias mientras su aún esposo derrocha enormes fortunas. Sus dos hijos militares se ofrecerían alguna vez a ayudarla económicamente pero ella se negó pues eso era algo que le correspondía al “manco” González.

Laura Mantecón falleció el 14 de diciembre de 1900 en la ciudad de México a la prematura edad de 55 años. Sus restos descansan en el Panteón de Dolores, donde al fallecer, nadie elogió su persona, como se acostumbraba al perecer la esposa de algún político importante.

Manuel “el manco” González pasó a la historia como uno de los presidentes más corruptos de su época (ya desde entonces), que usó el poder para enriquecerse.

Laura Mantecón, fue reivindicada, por haber estado dispuesta a todo con tal de no aceptar las indignidades que como mujer la sociedad le obligaba a soportar.

Porque como ella misma dijo con su letra fina: “Pudiendo sucumbir por los desórdenes y torpezas de su esposo” se negó a ello y se atrevió a luchar.

“He aquí el porqué del arrojo que alguna vez he mostrado y que tan poco natural parece en alguna mujer”.

Hoy en día, algunos historiadores y expertos en la materia, siguen acusando a doña Laura de haberle hecho daño al general, de acosarlo y desprestigiarlo, cuando la evidencia apunta en sentido contrario, “cosas veredes Sancho amigo”.

Con información del libro: “La Suerte de la Consorte” de Sara Sefchovich.

Esta noticia fue modificada el 26 julio, 2019 5:50 pm

Fernando Álvarez

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