Finalmente nuestras bendiciones salieron de vacaciones. Después de casi 10 meses de madrugar, tareas, deberes y demás obligaciones, podrán ir a la playa, al cine o simplemente levantarse de la cama hasta que el dolor de espalda los obligue a salir de ella.
Como es costumbre, la cartelera cinematográfica saca sus mejores producciones para los más pequeños durante las vacaciones de verano, que por cierto, es un consumidor cautivo ya por tradición. Y como sabemos, no hay película que sea exhibida sin una clasificación.
Para los más pequeños, la clasificación correcta es la AA, es decir, con contenido comprensible para niños menores de 7 años de edad; la A es para todo público, aunque para niños menores de 7 años, puede resultar un poco menos comprensible la trama de la película. La clasificación B es para adolescentes mayores de 12 años de edad; la B15 es para niños mayores de 15 años.
Para personas mayores de 18 años, se encuentra la clasificación C y más, la D, que es exclusivamente para adultos y que la trama tiene escenas de sexo y violencia explícita.
¿Por qué aclaro esto? Seguramente tu que me estás leyendo ya sabes la clasificación de las películas, pero quizá muchos padres de familia no lo saben… o se hacen los que no lo saben. La semana pasada me encontraba charlando con mis alumnos de la escuela sobre lo que habían hecho el fin de semana pasado. Con preocupación escuchaba que más de tres, que no rebasaba ninguno los 8 años de edad, habían ido a ver la película Hombres de Negro, que está catalogada con clasificación B y todos parecían que habían disfrutado mucho.
Por supuesto, a la hora del recreo, esas tres pobres criaturas jugaban a que se mataban los unos a los otros, hasta que llegó la Miss Alma a aguarles la fiesta y pedirles que jugaran a otra cosa.
Tal pareciera que ya es costumbre ver a los niños jugar a las guerras, a las pistolas, espadas, enemigos y héroes, tal pareciera que es un juego inocente, pero es más bien todo lo contrario.
Niños menores de 7 años de edad, ya han visto más de mil escenas de violencia, incluidos disparos, gente muerta, golpes y violencia física y verbal. ¿La culpa es de ellos? Claro que no, es de sus padres y de todos los adultos que lo rodean.
Ya de por sí es una negligencia que los padres, a sabiendas de que es clasificación B tal o cual película, aun así los lleven a verla, además de los empleados del cine los dejen entrar; claro, es un negocio para ellos, pero ¿a expensas de exponer a un niño a presenciar escenas no aptas para ellos? ¡Claro! ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
Nada, simplemente que cuando tenga 12 años –edad en la que más o menos puede comprender que no es más que ficción- el niño ya va a estar tan acostumbrado a la violencia que va a querer ver más agresión, más muertos y más armas.
Y por supuesto, a los 18 años estará tan acostumbrado de haber visto más de un millón de escenas violentas, que cuando llegue a esa edad pensará que así es la vida, que es normal y por consecuencia, actuará de la misma manera. No digo que se vaya a convertir en un asesino en potencia; a lo que me refiero, es que ya no será capaz de sentir pesar al ver –por muy actuada que sea la escena- a alguien sufriendo. No es casualidad que estemos en una sociedad violenta, insensible ante el dolor ajeno y tan poco empática, simplemente es que ya no nos damos cuenta de ello.
Tampoco estoy diciendo que pongamos a nuestros hijos en burbujas de cristal, pero aquí entre nos, la inocencia tan mágica y pura se está perdiendo cada vez a más temprana edad. Seamos más responsables con nuestras bendiciones y con nosotros mismos. Felices vacaciones.
Esta noticia fue modificada el 11 julio, 2019 11:15 pm