María Tomasa Estévez y Salas, la heroína de Salamanca, Guanajuato, Nueva España, nació un 27 de febrero de 1778, quien se unió al movimiento insurgente a los pocos días de haber iniciado éste, al parecer a consecuencia de que su marido habría caído víctima de las balas realistas, razón por la que esta mujer de belleza legendaria y de carácter decidido y valeroso decidió unirse a la causa independiente.
María Tomasa Estévez se distinguió por su rol a favor de los enfermos y heridos que combatían en la lucha por la Independencia de México, en su natal Salamanca, en los primeros años de la guerra de Independencia.
Otra de sus labores fue la de conseguir información confidencial del ejército realista español, e integrar el primer frente insurgente en Salamanca, junto con Andrés Delgado, Albino García Ramos y el cura Rafael Garcilita.
En algún momento, los soldados realistas coincidieron en que Estévez y Salas era “la principal agente en procurar la deserción” en las tropas españolas, debido a su labor adicional de persuasión de algunos integrantes del ejército realista para que se unieran a la causa insurgente.
Debido a sus bellos rasgos físicos, era apodada como “la Friné mexicana”, en referencia a la hetera griega Friné que era conocida también por su belleza. Algunos autores también se refieren a Estévez y Salas como “la heroína insurgente”.
El historiador, escritor, profesor, político y académico mexicano, Fulgencio Vargas la describe con su belleza e integridad: “era de agraciado semblante, de maneras finas y delicadas, de nobles y destacados sentimientos, modesta en el vestir, pero siempre aseada en su persona. Había nacido pobre en Salamanca (1789) y pobre vivía allí, al arrimo de su madre consagradas las dos a las labores femeniles con las que subvenían a las necesidades más urgentes. Salamanca lo mismo que Valle de Santiago, eran un magnífico centro de actividades insurgentes. Las guerrillas contaban en esa población con elementos de toda clase”.
Como sucede en la actualidad, a muchas mujeres se les reconoce y recuerda por su belleza, no tanto por sus actos, pero en el caso de Tomasa Estévez la debemos recordar por ambas cualidades.
No fue en 1810 que aparece en la escena, tampoco en 1811 cuando hace aparición el héroe salmantino Albino García, pero ya en el siguiente año, 1812, cuando la lucha por la Independencia era cosa de todos los días en el territorio guanajuatense eran dos personas las que, por el lado de los realistas tenían a su cargo lo que hoy es el Estado de Guanajuato, uno de ellos García Conde era el capitán, y Agustín de Iturbide, que en la zona de Yuriria ya había causado estragos, como el incendio al espléndido templo agustino que formaba parte del Convento de San Pablo, recordemos que en ese entonces Iturbide, el que luego se proclamó Emperador, peleaba del lado de los españoles y Tomasa Estévez, haciendo gala de sus atributos era la encargada de seducirlo para obtener información que luego ella pasaría a los Insurgentes.
Luís González Obregón lo escribe así: “…García lo participó así a su jefe superior don Agustín de Iturbide, quien no tuvo piedad para los vencidos, pues él mismo refiere que los mandó pasar por las armas. ‘Se fusiló al mismo tiempo -agrega Iturbide-, a María Tomasa Estévez, comisionada para seducir la tropa, y habría sacado mucho fruto por su bella figura, a no ser tan escuchado el patriotismo de estos soldados’.
Las ejecuciones se verificaron en la entonces Villa de Salamanca, en el mismo mes de agosto de 1814, para ser exactos el día 9.
La heroína María Tomasa Estévez, no necesita de nuestros elogios. Su mismo enemigo se los hizo. Murió por su patriotismo y por su hermosura. Estévez y Sala, María Tomasa, “La Friné mexicana”.
“La Friné mexicana”, se dedicó a auxiliar a sus partidarios, proporcionándoles informes. Se dice que planeó, y encabezó una exitosa emboscada tendida a los colonistas. Denunciada, fue hecha prisionera y condenada a muerte por Iturbide. Fue capturada en una batalla y fue Agustín de Iturbide quien personalmente ordenó que se le fusilara ya que “había seducido a las tropas sacando fruto de su bella figura”.
Iturbide en su comunicado al virrey escribía de ella: “Viernes 5 de agosto de 1814. Fueran pasados por Ias armas los tres reos aprendidos en Valtierra (Salamanca); y como por sus declaraciones se averiguó que una mujer de esta vecindad ha sido Ia principal agente de procurar Ia deserción de los patriotas que escandalosamente se ha verificado en el mes anterior, después de aprehendida y sustanciado su proceso, mandé que se pusiese en capilla para que se le aplique la pena ordinaria, en castigo de tan enormes delitos y para escarmiento de Ias de su sexo”.
Referente a su muerte se dice que como último deseo pidió que le prendieran el vestido con alfileres en todo lo largo y ancho de su falda para que al caer su cuerpo, su postura se viera decorosa (que no se le levantara la falda) con toda la delicadeza que siempre la distinguió.
Además pidió que no le dispararan al rostro para no desfigurárselo y que le vendaran los ojos.
El fusilamiento se llevó a cabo en la calle Río Lerma, esquina con revolución, que en ese entonces lo único que existía era la capilla de la Asunción, actualmente está la notaría parroquial.
Después de fusilada fue decapitada y su cabeza colocada en la plaza de la Villa para escarmiento público.
En 2009, el gobierno municipal de Salamanca realizó un homenaje luctuoso en honor a Estévez y Salas. Al año siguiente, se instituyó un premio llamado igual que la heroína insurgente, para distinguir a “Salmantinos distinguidos”. Cabe añadirse que en esa localidad existe una escuela que lleva su mismo nombre a manera de tributo.