María Rojo padeció una infancia triste debido a la ausencia de su padre, pero la sobrellevó en su favor al tomarla de inspiración para convertirse en una de las personalidades más importantes de México, que ha escrito con letras de oro su paso por los escenarios teatrales, televisivos y cinematográficos.
Al hurgar en sus recuerdos, la actriz compartió que durante su niñez fue rechazada debido a que olvidaba las cosas y confundía las palabras.
Más tarde se enteró que se trataba de dislexia, trastorno del cual también sacó provecho al momento de subir a un escenario, pero eso sí, dice, “no me pidan que mejore mi ortografía, porque es un tema imposible”.
“La dislexia me hace muy distraída, mi madre decía que tenía estupidez. Hoy, seguramente la gente piensa: ‘Esta vieja payasa, quién se cree, no me saludó’. La verdad, da pena porque luego no me acuerdo de los nombres de quien conozco”, comentó.
Fue a los ocho años de edad cuando María Rojo ya sabía lo que significaba memorizar un texto y representarlo sobre un escenario. La inquietud surgió mientras estudiaba la primaria en la entonces escuela “Manuel López Cotilla”, en la colonia Roma de la Ciudad de México.
La maestra Bertha Prado, que impartía clases en tercero, fue quien la encaminó en el ámbito de la actuación, pues también laboraba en el Teatro del Pequeño Mundo, del actor y director Enrique Alonso “Cachirulo”, mismo que después se convirtió en el programa infantil de televisión Teatro Fantástico.
“Yo era una niña que no era muy buena en todo, pero cuando llegaba el 10 de mayo era quien bailaba, recitaba y escribía poesía. Cuando la maestra me llevó a ver una pastorela de Enrique Alonso, dije: ‘Eso quiero ser, quiero trabajar ahí’”, platicó a Notimex en entrevista.
Sentada en la sala de su casa ubicada en el barrio de Coyoacán, en al Ciudad de México, donde en una de las habitaciones sobresalen las estatuillas del Ariel que ha ganado como Mejor Actriz, María de Lourdes Rojo e Incháustegui recordó que la prueba se la hicieron en 1952 su maestra y la vedette Esperanza Iris en los desaparecidos Estudios CLASA.
A Enrique Alonso le gustó tanto su desempeño que de inmediato la contrató para actuar en la primera emisión del programa Teatro fantástico, en Telesistema Mexicano, donde interpretaba a “Chiquirritica”, la niña que tenía un muñeco llamado “Cachirulo”.
Fue ahí donde nació “Cachirulo”, pero también una de las máximas estrellas en la actuación, que a más de 65 años de carrera continúa brillando con luz propia, “pésele a quien le pese”, asegura.
A los 10 años ya era una niña famosa que, si bien continuaba en la primaria, prefería estudiar sus libretos en vez de jugar con las muñecas o salir a la calle para compartir con sus vecinos. Su mamá, Águeda Incháustegui, le permitió desarrollarse en esa faceta gracias a que era una mujer culta, amante de la ópera e izquierdista.
Con su primer sueldo de ocho pesos por función, María Rojo se compró un trastero y años después interpretó a una niña asesina al participar en la obra teatral Mala semilla, al lado de Rita Macedo y papel que alternaba con Angélica María.
Después estuvo en la pieza Examen de muertos e inició su carrera cinematográfica a través de la cinta Besos prohibidos (1956) en la que dio vida a la hija del llamado “Gallo giro”, Luis Aguilar y Ana Luisa Peluffo.
Pero, siendo tan pequeña, ¿de dónde nacía la inspiración para interpretar a personajes tan diversos, profundos y arriesgados como los que hizo?
María guarda silencio por algunos segundos, acomoda su cabello, sonríe y sin tapujos responde que esas emociones le brotaban cuando se concentraba en los sentimientos que le provocaba el rechazo de su padre, el ingeniero agrónomo Roberto Rojo.
“Mi mamá era maestra y no existió la figura paterna en casa. Junto con mi hermana Carmen que, siendo niña, padeció poliomielitis y mi otra hermana, que es clavecinista, salimos adelante porque mi papá se fue. Aunque yo sabía que existía, nunca lo vi, por lo que económicamente apoyé a mi madre, pues ganaba 250 pesos con la obra Mala semilla.
“Tuve una infancia muy triste, primero por la enfermedad de mi hermana, luego por las ideas izquierdistas de mi madre y con mi papá diciendo que yo no era su hija. Mis padres hicieron una historia medio telenovelesca con un mal tratamiento de su separación que me afectó mucho, pues crecí pensando que era un cero a la izquierda, pero el teatro me salvó”.
El zoológico de cristal y La Posadera, fueron algunas de las obras que hizo en aquella época hasta que llegó la oportunidad de hacer cine con pequeñas participaciones en películas como El Castillo de la Pureza (Arturo Ripstein, 1973), Los Cachorros (Jorge Fons, 1973) y El apando (Felipe Cazals, 1975).
En esta última, realizó su primer desnudo integral y asegura que no le costó trabajo debido a que su mamá tenía todas las obras de José Revueltas, mismo que adaptó el cuento junto con José Agustín, de modo que ambas veían natural este acto.
Al mirar atrás en su carrera, la actriz analiza que son más de 80 las películas que integran su filmografía, pero solo dos son sus grandes favoritas: María de mi Corazón (1979) y Danzón (1991).
La primera significó la gran oportunidad de trabajar con Jaime Humberto Hermosillo, con quien filmó otras historias convirtiéndose, incluso, en su musa.
“Danzón fue un sueño porque me gusta bailar y porque trabajar con María Novaro fue maravilloso. Ella fue especialmente atenta conmigo, fue como si me cumpliera todos mis caprichos. Quiero y respeto a todos los directores, pero ella me consentía mucho, ésta película fue un regalo al igual que ‘Julia’”.
La tarea (1991) le exigió un desnudo más y la convirtió en un personaje icónico del erotismo, justo en el auge del llamado Cine de Ficheras. En aquel entonces, María ya era madre y tuvo que consultarle a su hijo Santiago si estaba de acuerdo en que hiciera dicho proyecto, pues él tenía 13 años y no quería perjudicarlo.
“Me dijo que auguraba una película preciosa y que, si la hacía, yo quedaría maravillosa. Fue una producción muy difícil de lograr, pero con Hermosillo todo se puede. Obtuvimos muchos reconocimientos fuera de México, aunque aquí nunca llegaron”, lamentó.
Ya en confianza, teniendo como fondo el jardín de su casa apreciado a través de grandes ventanales, Rojo reveló que nunca estuvo contemplada para dar vida al papel estelar de “Virginia”, pues la actriz que iba a hacerlo tuvo un problema cuando le practicaron una operación a fin de que se viera mejor físicamente.
“Tuve la suerte de trabajar con maravillosos directores. Hoy pienso en las jóvenes que también actúan, pero que nunca conocerán a Luis Alcoriza”, comentó la actriz de telenovelas como Lo blanco y lo negro (1989), Cuando llega el amor (1990), Muchachitas (1991), Corazón salvaje (2009), y en series como Mujeres asesinas (2008).
“He dado vida a muchos personajes, pero no tengo alguno que se me haya dificultado más que otro. Más bien, todo se complica cuando no estoy segura de si le estoy gustando al director, cuando no me siento querida. Quizá es muy ridículo que lo diga, pero es la verdad”.
En el plano personal, teniendo 17 años, María Rojo contrajo nupcias con Enrique Esquivel, pero se divorció al año siguiente para casarse con quien dice fue su príncipe azul y el gran amor de su vida, el actor Juan de Dios Núñez, padre de su único hijo Santiago.
“Me casé porque deseaba salirme de mi casa, pues la educación de mi madre era muy rígida. Yo creo en la izquierda, pero no en aquella que asegure que no hacen falta los lujos para vivir, o que la cultura y la educación no son fundamentales”.
Siendo muy joven, su esposo murió víctima de cáncer de páncreas y aunque ella ha vuelto a creer en el amor, Juan de Dios ha sido fundamental en su vida, pues vivieron infinidad de experiencias como el Movimiento Estudiantil de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, donde él fue detenido durante varios días.
“Cuando terminó el mitin, estábamos en la tercera fila y vimos las luces de bengala para después escuchar los tiros. Nos pusimos pecho tierra para movernos hacia el edificio Chihuahua, ahí donde se colocaban los tapones de la luz.
“Nos resguardamos ahí durante toda la balacera. A mi lado estaba un señor con guante blanco que, a través del walkie-talkie, se comunicaba con el Ejército. También se encontraba otro que estaba sangrando. Era un militar de los que se hacían pasar por estudiantes”.
Detrás de ella, estaba su hermana Carmen con muletas y al frente Juan de Dios, quien presentía que, por su aspecto físico, lo detendrían. Su look era de barba crecida y cabello suelto debido a que en aquel tiempo participaba en una obra de teatro que así se lo exigía.
“Eran como las 12 de la noche y nos dijeron que saliéramos con las manos en alto. A Juan de Dios lo subieron al tercer piso sin importarles que yo les explicara que se trataba de un actor, creían que era el ex líder estudiantil Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca.
“Para salir, tuvimos que rodear toda la plaza porque no querían que viéramos a los muertos. Gracias a que mi hermana traía muletas, una ambulancia nos sacó de ahí hasta la calle Abraham González. Ya en una esquina, nadie nos quería hacer la parada, pues yo traía la ropa ensangrentada debido a que habían golpeado a Juan y yo lo sujeté.
Finalmente, se detuvo un taxi que ya venía ocupado, pero aún apretados las llevó a casa. Sin embargo, vinieron 10 días de “infierno”, porque María no sabía el paradero de su esposo, quien apareció en el Campo Militar número 1 poco antes de inaugurarse los Juegos Olímpicos de 1968.
A raíz de esta experiencia, fue que María Rojo aceptó protagonizar la película Rojo amanecer en 1989 y por invitación del escritor Xavier Robles. En aquel tiempo, su título tentativo fue Bengalas en el cielo.
“En esa época estaba prohibido hablar del 68 y teníamos que buscar a un productor que quisiera hacerla. Héctor Bonilla levantó la mano, así como Valentín Trujillo. La filmamos a escondidas en un lugar que era para hacer comerciales y Jorge Fons fue el director.
“Para estrenarla en cines, se buscó al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Nos prohibieron algunas cosas inocuas, pero por fin pudimos estrenarla”.
Participar en la construcción del arte y la cultura es fundamental, pero también si el ciudadano se involucra en las decisiones del país, por ello, es que María Rojo también incursionó en la política al ocupar el cargo de diputada federal plurinominal en la LVII Legislatura.
Además, fue diputada local por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de 2003 a 2006 y ocupó el cargo de senadora de la República y presidenta de la Comisión de Cultura de este organismo. De 2000 a 2003 fue jefa delegacional en Coyoacán.
Siendo diputada, promovió diferentes puntos en favor del cine mexicano. Uno de ellos fue la Ley 226 y lo que no pudo concluir fue el tiempo de las películas mexicanas en pantalla debido a que, asegura, estaba unido al entonces Tratado de Libre Comercio (TLC).
Al destacar en la política, María Rojo fue criticada de manera positiva como negativa por parte de los ciudadanos. Hubo quienes cuestionaron sus bienes materiales.
Hoy aclara que una de las tres casas que posee en Coyoacán la adquirió antes de sus cargos públicos. Las otras también fueron obtenidas producto de su trabajo luego de haber protagonizado sus más grandes películas y telenovelas.
“Cuando me dediqué a la política, de Televisa me retiré ganando 100 mil pesos tan solo de exclusividad. La política no me hizo importante, yo fui importante desde que tenía siete años, pues hasta la mamás de los niños se querían tomar fotos conmigo”.
Al hacer un análisis de los casi seis meses de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la actriz rechazó la propuesta de la Guardia Nacional.
“Yo, que viví Tlatelolco, la Guardia Nacional me da terror, pero no soy más que Andrés Manuel, tampoco soy mejor política, ni una persona que quiere a este país como él lo quiere. En algunas cosas lo aplaudo y en otras no, pero quizá tiene razón para salvar a México.
En lo referente a la cultura y la educación, sostuvo que no hay Cuarta Transformación sin estas vertientes.
“Ni aunque Jesucristo bajara del cielo, me haría pensar lo contrario. Hace falta más cultura y educación; sin embargo, yo no estoy sentada en la silla de Andrés Manuel, pero sí me puedo dejar cortar una mano al asegurar que él no es corrupto y que ama a México. Con esas dos cosas, salimos ganando y vamos en caballo de Hacienda”.
Con una carrera tan amplia, a sus 75 años María Rojo no se arrepiente de ninguno de sus trabajos, todos los aprecia y valora. No obstante, le remuerde la conciencia al recordar la manera en que rechazó alguno que no deseaba hacer, pues dice que fue grosera. “No fue políticamente correcta la forma en que lo expresé”.
“Hoy ya no espero un personaje en especial, porque creo que ya hice una trayectoria. No puedo esperar más papeles de los que ya he hecho, ni más reconocimientos, ni más homenajes, ni más felicidad que haber actuado con los directores con los que actué.
“Creo que soy una buena actriz y todo lo que llegue de aquí en adelante, ya es ganancia. No siento que pueda hacer algo mejor de lo que ya hice, concluyó”.
Esta noticia fue modificada el 14 mayo, 2019 6:45 pm