Una heroína poco conocida de nuestra genealogía es María Ignacia Rodríguez de Velasco, un nombre que no se escucha a menudo en las clases de historia de la primaria. Los profesores no la mencionan en la lista de los héroes de la patria. A pesar de que fue la única mujer que participó de principio a fin en la Independencia de México.
Es más conocida por su apodo: la Güera Rodríguez. Una figura que por mucho tiempo quedó reducida al arquetipo de la femme fatale: una mujer de cascos ligeros y belleza descomunal que utilizaba sus encantos para seducir virreyes o insurgentes —como la retrata la película La Güera Rodríguez (1978), protagonizada por Fanny Cano.
Nada más alejado de la realidad, sostiene el escritor y cineasta Guillermo Barba, quien acaba de publicar La Conspiradora (Planeta), una novela histórica que reivindica la imagen de quien considera la primera feminista de México.
“La Güera fue libre de cuerpo, pero también de mente. Tuvo dos estigmas: el primero, conseguir su propia libertad como mujer, y el segundo, la libertad de su patria. Ambas las consiguió a pesar de que tenía familia y de haber puesto en riesgo su riqueza. Desde 1808 hasta la consumación de la Independencia en 1821 se mantuvo viuda, fue madre de cinco hijos, arriesgó su vida, se enfrentó a la Inquisición y conspiró para alcanzar el sueño libertario”, asegura Barba.
Se conocen dos casos documentados en los que Rodríguez de Velasco se enfrentó a la Inquisición. Su primer juicio fue por haber posado con el torso desnudo en un retrato, aunque no recibió castigo porque esa era la moda entre las cortesanas y la gente de alcurnia. El segundo, porque conspiró en contra de los gachupines que gobernaban de facto, y por haber colaborado en la Conspiración de Valladolid. Su castigo: el destierro a 30 leguas de la Ciudad de México.
Relatan los cronistas de la época que la Güera no sólo fue notable por su hermosura, sino por su ingenio, que aprovechó a su favor en la corte virreinal y puso al servicio de los sueños independentistas, lo cual le valió decepciones, enredos amorosos y conspiraciones que pusieron en peligro su integridad en más de una ocasión.
“Se atrevió a luchar por su libertad en una sociedad machista en la que la mujer era considerada menor de edad toda su vida, en la que el esposo era el dueño y podía corregirla a golpes. Por eso ella fue todo un escándalo para su tiempo”, afirma Barba, quien para escribir su obra realizó una minuciosa investigación documental con lo poco que se ha publicado sobre ella. César Martínez es el nombre del estudiante de la UNAM que en 2010 presentó como tesis una biografía crítica de la Güera. La única investigación académica que encontró sobre el personaje, lo que sorprendió al escritor, quien ya llevaba tiempo interesado en el tema.
¿Por qué la Güera ha sido relegada no sólo de la historia oficial, sino de la historiografía de las universidades? Según Barba, existen tres motivos: la misoginia histórica, los estereotipos sobre los héroes de la patria y la cercanía de Rodríguez a Agustín de Iturbide.
“Se atrevió a luchar por su libertad en una sociedad machista en la que la mujer era considerada menor de edad toda su vida”.
“Con ciertas excepciones como Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario, no se ha estudiado a profundidad a las mujeres que participaron en la Independencia y en otros procesos históricos. Y ni siquiera ellas cuentan con estudios tan minuciosos como los que sí existen de Hidalgo o de Allende”, sostiene.
La Güera tiene otra desventaja: fue rica. Y eso no encaja con los estereotipos que se han generado alrededor de los héroes patrios, que siempre deben tener un halo de gente humilde, aunque en la realidad no fuera así, pues Mariano Abasolo o Miguel Hidalgo no eran precisamente pobres, dice el autor. “A la historia mexicana no le gustan los ricos”.
“Se le ha construido una imagen frívola, por eso no ha sido muy estudiada. Su cercanía a Agustín de Iturbide la denostó de la historia oficial. Durante mucho tiempo, las aportaciones de Iturbide fueron suprimidas por ser el villano de México al autonombrarse emperador, tras consumar la Independencia. Y esto es una injusticia, porque se dejó fuera a mucha gente que participó con él en la consumación”, observa el novelista.
A diferencia de sus contemporáneas, Rodríguez de Velasco nunca abandonó la causa independentista. Tuvo una voluntad férrea, que muy probablemente aprendió desde muy joven, cuando conoció a Simón Bolívar. “Él se hospedaba en casa de su hermana Josefa, la marquesa de Uluapa. La Güera tenía 20 años y él 16. Pero la relación no prosperó más allá de un affaire, pero fue clave porque ahí ella fue influenciada por todas estas ideas libertarias que ya recorrían el continente, y que Bolívar tenía muy claras. Lo que ella desarrolla es finalmente un sentido femenino de la libertad que llevó hasta las últimas consecuencias”, comenta Barba.
Artemio de Valle Arizpe escribió que la cabeza de la Güera era capaz de llegar al corazón de cualquier hombre. Porque aunque su belleza física era incuestionable, su sagacidad y su amplio intelecto conformaron su verdadero atractivo, afirma: “La Güera fue mucho más que sus amantes, mucho más que una mujer noble. Su lucha fue fundamental no sólo para la Independencia, sino para las ideas feministas que siguieron años después. Reivindicarla es reivindicar a todas las mujeres mexicanas”.