Donald Trump llegó como un héroe conquistador a Milwaukee este domingo, un casi mártir (agradeciendo a Dios por salvarlo), usando perfectamente el aparente intento de asesinarlo para consolidar su imagen de víctima y vengador a nombre del pueblo para salvar a América.
De esa manera, una de las consignas centrales de su campaña electoral –al final, no vienen por mí. Vienen por ustedes; yo sólo estoy evitando eso– bautiza su movimiento a partir del aparente intento de asesinato el sábado en un mitin en Pensilvania.
Nunca rendirse, repiten sus mensajes de propaganda, con la foto icónica de cuando alza el puño al levantarse del aparente intento de asesinarlo. Anunció que aunque pensaba no llegar a Milwaukee hasta el miércoles, decidió hacerlo desde esta tarde para mostrar que no permitirá que un asesino potencial determine la agenda.
Tal vez aún más notable fue el tono religioso de sus mensajes, al declarar este domingo que sólo fue Dios el que evitó que ocurriera lo peor; llamó a la unidad estadounidense y a mantener la fe, tras prometer que él y su convención serán desafiantes ante la cara de la malicia.
La imagen tomada por Evan Vucci, fotógrafo de la agencia AP, se volvió icónica, sobre todo para el movimiento de Trump, cuando capta al magnate levantándose con la cara ensangrentada rodeado por agentes del Servicio Secreto, con una bandera estadounidense ondeando debajo de un cielo despejado y su puño en alto; no podría ser más perfecta para su campaña. El heroico líder dispuesto a arriesgar su vida por sus seguidores y para hacer a América grande otra vez.
Y eso que arriba a Milwaukee ahora a presidir la Convención Nacional Republicana que arranca hoy y donde será formalmente coronado candidato presidencial ante un partido donde antes era la figura más poderosa, pero ahora, con su hazaña, llega como rey.
Para Joe Biden y los demócratas todo este episodio los coloca en una cuerda floja, donde tienen que expresar primero sus oraciones y buenos deseos, condenar la violencia, y convocar a la unidad patriótica ante lo ocurrido, mientras buscan cómo regresar a la contienda contra un ex presidente que juega con destruir el proceso democrático, incluso con violencia, si es necesario.
Biden, en su papel de mandatario-consolador –y pretender por ahora que no es candidato, sino líder nacional–, convocó al país a la unidad y a rechazar la violencia y el odio. Informó que sostuvo una breve, pero buena conversación telefónica con su contrincante.
En un primer mensaje y más tarde en otro trasmitido por televisión en vivo a la nación –que también le sirvió como otro evento más para mostrar su capacidad como líder e intentar dejar atrás los daños de su debacle en el debate con Trump hace más de dos semanas–, reiteró su mensaje de unidad. Subrayó que no hay lugar en Estados Unidos para este tipo de violencia y que “un intento de asesinato es contrario a todo lo que representamos como nación… no es lo que somos como nación”. Insistió en que nada es más importante que la unidad ahora mismo.
Pidió bajar la temperatura del concurso electoral –no somos enemigos–. Denunció la violencia política contra figuras políticas y que no se puede proceder por esta vía.
Políticamente, las imágenes del momento son de un presidente y candidato demócrata ya debilitado por las dudas de sus colegas y el electorado sobre su condición física y mental al lado a un autoproclamado héroe que sobrevivió a un atentado levantando su puño y gritando luchen (según la versión de su campaña, porque otros dicen que sólo estaba diciendo esperen).
Sin embargo, no queda claro que los disparos en el mitin de Trump y su herida en la oreja tengan un gran efecto en las tendencias electorales ni que permita conseguir mayor apoyo más allá de sus propias bases. Hasta ahora, los analistas sólo se atreven a decir que tal vez logre movilizar más a sus simpatizantes marginales, o sea, los que no suelen participar tan activamente.
Pero el incidente, si se confirma que fue un intento de asesinato, sería el primer atentado contra un presidente o ex mandatario desde marzo de 1981 con Ronald Reagan.
Casi toda la cúpula política, figuras públicas y medios se expresaron contra la violencia política. Los editoriales de The New York Times y The Washington Post advirtieron sobre las implicaciones de la violencia política y cómo nunca puede ser tolerada, insistiendo en que es antitético a su país (algo que los historiadores podrían debatir).
Pero con todo eso, con las balas disparadas en Pensilvania que hirieron al ex mandatario y mataron a un bombero, se oscurece aún más un panorama político ya ominoso por la constante amenaza de violencia, gran parte de ella impulsada por quien hoy es víctima de ella, donde se habla abiertamente de la posibilidad de una guerra civil si el republicano criminal, convicto y quien antes promovió un golpe de Estado después de la última elección no gana en noviembre. Vale señalar que ni Trump ni los líderes de su partido se comprometen a respetar los resultados de la elección si no les favorece.
De hecho, durante las pasadas 24 horas varios legisladores y asesores republicanos se han dedicado, aun cuando no hay muchos detalles sobre el incidente, a sostener que todo fue culpa de los demócratas. Como les ha enseñado el maestro de su partido, han buscado revertir el guion de sus oponentes sobre la promoción de la violencia política de sus adversarios, y ahora culpan a Biden y los demás por sembrar la posible violencia por su retórica sobre cómo la derecha está amenazando la democracia.
Más aún, continúan estallando todo tipo de especulaciónes sobre el incidente en los medios sociales, sobre todo por derechistas que creen que todo fue coreografiado e incluso que Biden de alguna manera estaba directamente involucrado, y por supuesto, el Estado profundo.
Los medios repiten que este es un país polarizado, y que eso nutre el clima violento. Pero esa generalización no necesariamente es cierta en todos los rubros, y ante eso tal vez lo más notable es que hay un consenso de la mayoría en esta nación: la desaprobación de ambos candidatos.
En una nueva encuesta de Pew Research Center, una mayoría –o sea, no dividida– dice estar avergonzadas de ambos candidatos.
La FBI ha determinado que el incidente fue un intento de asesinato, y ahora también procede como si fuera un acto potencial de terrorismo doméstico.
Se sabe que el sospechoso, identificado como Thomas Matthew Crooks, de 20 años, residente de Bethel Park, Pensilvania, murió al ser baleado por el Servicio Secreto, reportó Ap. Aún no se ha identificado algún motivo, sólo se indicó que está registrado en el padrón como republicano, sin historial criminal y creció en un suburbio de Pittsburgh, habitado de manera primordial por gente blanca y de clase media alta.
Con información del diario La Jornada
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La noticia Trump se siente casi mártir tras el ataque fue publicada originalmente en Turquesa News.