En julio de 1847, el estallido de la Guerra de Castas en el corazón de la península yucateca provocó el éxodo de mestizos (gente de piel clara) y mayas pacíficos, que abandonaron sus milpas y sus granjas para refugiarse en Holbox, Isla Mujeres, Cozumel y San Pedro (Belice), en donde siguieron cultivando lo que se podía, pero también aprendieron a pescar y a navegar.
Las condiciones adversas de una guerra de más de 50 años los hicieron diestros en el manejo de las redes y los anzuelos. Las islas por aquel entonces se encontraban deshabitadas desde los tiempos de la Colonia de la Nueva España. Algunos hombres encontraron la muerte en la intentona de regresar a tierra firme, ignorando la advertencia del machete maya rebelde, cuyo dominio cubrió buena parte del actual Quintana Roo. Encuentra más fotos sobre los primeros pobladores de Quintana Roo en la página 14 de la Revista Radar Peninsular No. 25, click aquí.
Concluida la Guerra de Castas y con el establecimiento de la Compañía Colonizadora del Costa Oriental S.A., a finales del siglo XIX y principios del XX, se crearon las primeras poblaciones en tierra firme, como Buenventura y San José Las Vegas, en Cancún; Paso Poot, en la laguna Chachmuchuch; Yalikín, en la laguna Yalahau; El Porvenir, Santa Cruz; 1900; Bellavista; Santa Loreto; Akú; Central Esperanza; Puerto Morelos: Playa del Carmen; Rancho Viejo y Santa María (hoy Leona Vicario), entre otras.
El fin de las hostilidades y la incorporación de los mayas insurrectos al sector productivo, especialmente a la industria del chicle, modificó la geopolítica de Quintana Roo, antes limitada a las islas.
Con la zona continental abierta a sus anchas, la gente de Holbox y de Isla Mujeres pudo cultivar en tierra firme y llevar de vuelta a casa productos necesarios como leña, carbón, cal y animales silvestres como venados y jabalíes, cuya carne era muy cotizada entre los insulares, acostumbrados más a especies de escama, caracoles, langostas y tortugas. En este tiempo los hombres de las islas desarrollaron una virtud más, la cacería, exceptuando el caso de Cozumel que, dadas sus dimensiones geográficas, posee una fauna terrestre mucho más rica que sus vecinos.
Su posición preponderante en el Caribe, bien fuera como lugar de abasto, enlace o simplemente de paso, permitió el arribo de embarcaciones norteamericanas y británicas que viajaban hacia Centro y Sudamérica, e hicieron posible el desarrollo de un comercio de alto nivel, dejando como resultado el hecho de que varios empresarios locales amasaran grandes fortunas.
Metidos de lleno a la producción cocotera de mediados de los años 20, los isleños no perdieron el control de sus costas en el macizo continental. Los de Holbox eran propietarios de la costa, desde El Cuyo hasta Cabo Catoche; los de Isla Mujeres desde Cabo Catoche, pasando por Isla Contoy, Isla Blanca y Cancún hasta llegar a Petempich, mientras que los cozumeleños eran dueños desde Puerto Morelos hasta la Bahía del Espíritu Santo.
Holbox e Isla Mujeres fueron tiburoneros en todo su esplendor. El holboxeño don Tomás Jiménez Sabitini (+) presumía que con su familia llegó a sacar hasta 52 escualos en un solo día. Durante tres décadas (20, 30 y 40) floreció la industria tiburonera de la que se aprovechaba todo: carne, piel, aletas. En Isla Mujeres incluso llegó a instalarse una compañía tiburonera que luego emigró a Centroamérica por los excesivos impuestos que le cobraba el gobierno.
Cozumel en cambio se daba el lujo de no tener que salir a pescar por necesidad. ¿Para qué arriesgarse a andar entre tiburones si su producción agrícola era considerable?
Cozumel producía todas las variedades de plátano existentes, cualquier tipo de fruta o verdura se daba en su suelo, y su producto más emblemático era la piña. Hacia el sur llegó a tener plantíos de henequén en la hacienda de Columbia (siempre le dicen Colombia), y por si fuera poco la isla era la central chiclera y coprera de toda la región, pues ahí se establecieron sus oficinas.
En julio de 1955, se abrió la circulación a la primera carretera federal que conectó a la costa quintanarroense con el resto del país. En enero de 1959, el triunfo de la revolución cubana empezó a empujar turismo hacia las islas mexicanas, y a principios de 1970, con el nacimiento de Cancún, se inició el desarrollo del turismo a gran escala. Los pobladores de las islas hicieron, entonces, algunas modificaciones: sus casas se adaptaron como hoteles y sus embarcaciones bajaron las redes y los anzuelos para subir paseantes.
Hoy día, en Cozumel, la piña más dulce que se come es la que viene enlatada, mientras que en Isla Mujeres y Holbox, sobre todo en Holbox, aún siguen viviendo del tiburón sí, pero del tiburón ballena. “El hombre y sus circunstancias”, diría el filósofo español José Ortega y Gasset.
Publicado originalmente en la revista Radar Peninsular, edición número 25, página 14
Esta noticia fue modificada el 18 abril, 2019 9:19 pm