El Quintana Roo turístico de hoy tiene sus antecedentes hace 83 años cuando el entonces presidente de la República, general Lázaro Cárdenas del Río, emite el 28 de septiembre de 1936, un programa de “trabajos del gobierno de la República para los territorios federales de Baja California y Quintana Roo” en el que compromete a las secretarías de Estado a “cooperar para el desarrollo de la Baja California y de Quintana Roo”.
El presidente de México habla, en dicho documento, de: “… promover el turismo internacional en los territorios, suprimiendo hasta donde sea posible los requisitos que entorpezcan el fácil tránsito de turistas…”. Cárdenas, que había devuelto a Quintana Roo su estatus de Territorio, luego de que entre 1931 y 1935 había sido disuelto y repartido entre los estados de Yucatán y Campeche, coloca a la cabeza del gobierno territorial al general oaxaqueño Rafael E. Melgar, hombre de todas sus confianzas.
El nuevo gobernador recibe del presidente instrucciones precisas para modernizar y reorientar a Quintana Roo hacia el turismo. El general Cárdenas se enamoró de estas playas y de estos mares desde la primera vez que acudió como candidato a la Presidencia de la República; fue el primero que vino a solicitar su voto, fue el primer mandatario en acudir como tal, y más tarde lo haría como simple ciudadano. No es fortuito que durante su gobierno Cárdenas haya creado el Departamento de Turismo y que cambiara la imagen de ese Quintana Roo siberiano, de destierro político, para convertirlo en una sucursal del paraíso.
Por su parte, el gobernador Melgar –comprometido con el Presidente– realizó obras de embellecimiento y aporte social en las principales ciudades de la entidad, destacando la creación de tres hoteles: Los Cocos, en Chetumal; el Playa, en Cozumel, y el Ruinas, en Tulum, junto al complejo arqueológico que por años estuvo abandonado a su suerte y casi devorado por la maleza.
Por esa época, el único “turismo” que se movilizaba en el Territorio era casero; apenas unos cuantos funcionarios del gobierno local o federal, empresarios chicleros o agentes consignatarios extranjeros que le daban el toque de “internacional” y que se desplazaban entre las islas y Chetumal.
En Cozumel ya había hoteles pequeñitos como el Louvre, de Refugio Granados (en 1928) o el Yuri, de Felipe Rivero Herrera, que atendían a este tipo de viajeros, pero el Playa, con sus 18 habitaciones, llegó a revolucionar el concepto de hotelería que se tenía en la isla. Lo mismo ocurrió en Chetumal en donde el hotel México, de Ángela Garrido viuda de Pérez, construido en su totalidad de madera, debió parecer obsoleto ante Los Cocos, hecho de mampostería y con alberca.
De manera que instalar hoteles modernos y confortables en Chetumal y Cozumel tenía cierta lógica, pero, ¿qué diablos tenía que hacer un hotel en los vestigios mayas de Tulum, cuando ni siquiera había una carretera que lo comunicara? Peor aún, el presidente Cárdenas en persona acudió a su inauguración el 30 de noviembre de 1939.
Pero todo tiene una explicación: Rafael Melgar no solo era los “ojos” sino el “corazón” de Cárdenas en el Territorio, y si Cárdenas estaba impresionado con todo Quintana Roo, Melgar había sido seducido por la belleza de Tulum y su vecino Cobá.
Esto es lo que le comenta al escritor y poeta, Luis Rosado Vega en el libro “Un pueblo y un hombre”: “No hay lugar de más atracción para el turismo nacional y extranjero, no sólo por las ruinas en sí mismas, que ya sería bastante, sino por el ambiente que las rodea. Todo es hermoso allí…”.
De cierta forma puede decirse que la construcción del hotel es el segundo “obsequio” para la zona de Tulum, pues justo un año antes se había decretado la creación del ejido (19 de noviembre de 1938), lo que hoy puede considerarse como fecha oficial de la fundación del pueblo.
Melgar ordena el desmonte de Tulum, porque piensa proyectarlo en serio, y como está consciente de la inexistencia de las carreteras y que hacerlas llevará años, decide armar una red de campos de aterrizaje por todo el Territorio, casi todas en apoyo a la explotación del chicle, excepto una que tiene cierto filón turístico, la de Tulum.
Hoy, que esta población es el noveno municipio de Quintana Roo, nadie puede negar que Cárdenas y Melgar se adelantaron a su tiempo no una, sino varias décadas, pues con los años se han descubierto más vestigios mayas; incluso testimonios paleontológicos como huesos de mamut, lo mismo que cuatro ríos subterráneos y por lo menos 230 cenotes. Lamentablemente, también surgirían los problemas en la tenencia de la tierra.
Se piensa que desde 1928 ya existe una ruta comercial que establece la línea aérea norteamericana Pan American Air Ways, con servicio regular entre Key West (Florida, Estados Unidos) y el puerto de Colón, en Panamá, haciendo escalas en Cozumel.
Para 1932, los aviones anfibios tipo “Sikorski S-40” para 12 pasajeros que ofrece la mencionada empresa, forman parte del paisaje quintanarroense y se establece lo que se conoce como la “Ruta del chicle”, que viene de la Florida y hace escala en puntos como Rancho Boyeros (Cuba), Progreso (Yucatán), Cozumel y Chetumal (Quintana Roo), seguía su rumbo hacia Belice, para finalizar en Puerto Barrios, Guatemala. Éste era el turismo internacional del que hablábamos antes, pero la Pan American dejó de operar en el Caribe, en 1938.
En Chetumal, la primera pista de aterrizaje –dice el cronista Ignacio Herrera Muñoz– se construyó en 1929 por elementos del ejército y fue bautizada como “Morelos”. Fue la base de Aeronaves de México, S.A., pero se limitó al enlace con Mérida, sin buscar la intercomunicación de Quintana Roo.
Motivado por lo anterior, el gobierno de Rafael Melgar promueve al célebre piloto mexicano Francisco Sarabia Tinoco, para que su empresa de Transportes Aéreos de Chiapas opere en Quintana Roo. Son cinco aviones monomotores modelo “Spartan Bellanca”, con capacidad para cinco pasajeros cada uno, con la que establece la “Ruta del Caribe”: Chetumal – Carrillo Puerto – Cozumel – Isla Mujeres, según recuerda el empresario cozumeleño Nassim Joaquín Ibarra.
La amistad de Sarabia y Melgar es tan estrecha que el piloto incluye a Chetumal en sus hazañas de récord de velocidad, pero cada vez corre más riesgos y el 24 de mayo de 1939, sale de la ciudad de México rumbo a Nueva York, teniendo como padrino de vuelo ni más ni menos que al gobernador de Quintana Roo. Sarabia consigue la proeza, pero al momento de retornar su avión (el “Conquistador del cielo”), se desploma en el río Potomac. Fallece Sarabia y con él la “Ruta del Caribe”.
Esta noticia fue modificada el 8 octubre, 2019 6:16 pm