A sus 86 años de edad, cumplidos este viernes 2 de agosto, el empresario radiofónico, Don Gastón Alegre López, asegura que es lo que los americanos llaman «workaholic», un enviciado del trabajo.
El director general de Grupo Turquesa, en entrevista exclusiva para la revista digital Radar Peninsular, asegura temerle más a la pobreza que a la muerte. En lo particular, explica: “No me gustaría tener que pedirle algo a alguien y que me despreciara”, y agrega: “Tampoco soporto la pobreza para los demás; soy partidario de la distribución de la riqueza, sin afectar los intereses de la gente que ha forjado su patrimonio a través del trabajo”.
Don Gastón Alegre se autodefine como “un Quijote”, y sonríe satisfecho cuando lo hace. El hecho de ser empresario no le impide considerarse un hombre de izquierda.
En el análisis retrospectivo de su vida, una de sus más grandes satisfacciones fue titularse como licenciado en Derecho: “El hecho de que cinco sinodales me digan está usted aprobado, me hizo sentirme profundamente halagado”.
La pregunta es, ¿lo ha logrado todo?..
¡Me falta mucho! Yo hubiera querido la televisión, pero ya estoy fuera de tiempo. La televisión ya no se emplea, porque la gente ya está usando las redes sociales.
Y en su vida personal, ¿le hizo falta algo?
Sí, –responde inmediato– haber sido Presidente de la República. Yo quería ser Presidente de México desde mi época de estudiante de secundaria, de preparatoria, yo quería ser Presidente, desde entonces.
¿Cuándo se da cuenta de que no sería posible?
En el transcurso de los años; termino la carrera y ya no había posibilidades –lo dice moviendo la cabeza de un lado a otro, de manera pesimista–. Incluso, aun habiendo sido gobernador de Quintana Roo, por un partido diferente al que había pertenecido en mi juventud, tampoco hubiera sido Presidente.
¿Qué es lo que más disfruta de la vida?
Mi trabajo –risas–. Yo soy lo que los americanos llaman ‘workaholic’ (trabajador obsesivo), un enviciado del trabajo. Y aquí estoy, a mis 86 años, trabajando.
Don Gastón Alegre es un hombre hiperactivo que no se da ningún día de descanso, sobre todo cuando, como dice él, hay responsabilidades.
Con el rostro, el empresario hace gestos como minimizando la pregunta: Hay muchos arrepentimientos, muchos. Todo mundo en la vida se arrepiente de muchas cosas. Por qué no hice esto, por qué no hice lo otro…. Claro que los he tenido, pero pues, seguimos adelante.
¿Le tiene miedo a la muerte?
No –responde enfático–. Es más ni he pensado que me voy a morir; sé que tengo que morir, pero no estoy pensado como voy a morir ni nada. Viviré unos 10 o 15 años más, no más.
¿Cambiaría algo de su vida?
No, estoy muy contento con lo que soy. Tengo unos hijos encantadores (Gastón, Luis, Daniel y Vicky) y una vida tranquila…
¿Algún pasaje de su vida que le gustaría volver a repetir?
Regresar a dar clases. Mi cátedra en la Facultad de Derecho y en la Facultad de Comercio (ambos en la UNAM) fueron muy sublimes, me encantaron, me hicieron sentirme gente importante…
Y otra cosa que también añoro: la diputación que tuve en el Congreso de Quintana Roo, la disfruté mucho, el pararme en la tribuna, sacar leyes y acabar con otras tantas, y atacar a los sinvergüenzas que no sabían realizar correctamente su función.
¿Cuáles son los tres libros que recuerde haber leído y que le hayan impactado?
Las aventuras de Tom Sawyer; Las aventuras de Mark Twain, y Corazón diario de un niño… Esos tres libros, cuando era niño, porque he leído muchos más.
¿Un personaje de la historia que admire?
Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte, Julio César… Son seres a quienes admiro por haber sido líderes en su época; conquistadores todo ellos y como usted ya se dio cuenta, en el fondo también soy un conquistador, soy inquieto, no me puedo quedar parado en un solo lugar.
Si usted, de pronto amaneciera en una isla perdida en el Caribe y le dieran a escoger a tres personas para acompañarlo, ¿a quiénes escogería?
Desde luego a mi esposa (María Luisa Salazar), como estamos solos ahí, no tendríamos porqué pelear (se sonríe pícaramente); a mi nieto Luis Alegre Chang, hijo de mi hijo Luis, y a mi nieta Claire Marie Alegre, hija de mi hijo Daniel.
¿Se considera usted un buen padre?
Sí –responde sin titubear–. Eso sí me considero. Siempre, el gran sacrificio fue encauzado hacia mis hijos para mejorarles su posición y lograr lo que son ahorita.
¿Podremos decir que hay algún consentido?
No… Los cuatro son iguales. A los cuatro los quiero por parejo.
¿Cómo le gustaría ser recordado, don Gastón?
Como un hombre de bien; como un hombre que no hace el mal y que está entregado a los demás. Que ha tenido una lucha por servir.
Entiendo que usted ha escogido a Cancún para vivir su vida y que aquí también le gustaría terminar sus días… ¿Es así?
Así es…
Usted vive literalmente en la playa ¿le gustaría que sus cenizas fueran esparcidas al mar Caribe?
Que hagan lo que se les antoje a la gente, total ya voy a estar muerto (risas).
De nueva cuenta el empresario Alegre, no solo de apellido, también de actitud, demuestra que no está en sus planes inmediatos la despedida; no al menos en los próximos 10 años –aclara– y eso demuestra que el hombre está fuerte y se siente bien.
Esta noticia fue modificada el 2 agosto, 2019 8:08 pm