Amado Nervo, del cielo al infierno y de regreso

Amado Nervo (1870-1919) pasó por el paraíso de la fama, del reconocimiento popular, y después por el infierno del escrutinio y crítica de escritores de generaciones posteriores. Actualmente es valorado por la dimensión que como hombre de letras tiene.

Adscrito al movimiento Modernista, en su momento fue muy querido, y lo demuestra el hecho de que a su funeral asistieran 200 mil personas, y se habla de 1919. Además, el hecho de que se conmemore en estos días el centenario de su muerte es una muestra de que su obra, diversa y compleja, permanezca presente en la vida literaria de México y Latinoamérica.

Amado Nervo, nacido el 27 de agosto de 1870 en Tepic, Nayarit, trascendió a la vida diaria de la gente y lo hizo de diversas maneras. En primer lugar, por su obra en la que se identificó con ciertos valores preponderantes en su época, como es la religión, la teosofía, el espiritismo, el new age, incluso siendo precursor en algunos casos.

Un elemento más que explica su popularidad es que fue muy cercano a la sensibilidad popular, y se le puede ver en obras de los compositores Agustín Lara o José Alfredo Jiménez, y así lo reconoció Carlos Monsiváis, gran lector que fue de su obra.

Adolfo Castañón, poeta, ensayista, editor, crítico literario y bibliófilo, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, expuso en plática con Litoral que su popularidad se debe también a su encanto personal y a las amistades que cultivó, entre las que sobresale el también poeta modernista Rubén Darío, quien le pasó la estafeta de la fama, como antes la había recibido de José Martí.

Además, con el nicaragüense desarrolló una relación de colaboración y apoyo de bran éxito y resultados que le valió para impulsar su trayectoria.

Por generaciones formó parte de la vida diaria de las personas porque la gente se sabía de memoria trabajos suyos, recurría a ellos tanto en el nivel amoroso como en el cívico.

Fue un escritor cosmopolita, gran conversador, diplomático, de alguna forma un enciclopedista y hasta con ciertos dones de filósofo.

Después de su muerte, pasó por un proceso en el que se criticó su trabajo, pero ese purgatorio ya ha pasado y ahora se le empieza a valorar como un hombre de letras complejo y una muestra de ello es el sitio electrónico abierto por la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se recoge su trabajo periodístico, su poesía y su prosa, así como su labor diplomática y como figura pública, que la desarrolló como lo hicieran también Alfonso Reyes y Octavio Paz.

Su cosmopolitismo lo desarrolló a partir de aprovechar la influencia de otros escritores, sobre todo de las letras francesas como Gérard de Nerval (1808-1855) o Paul Verlaine (1844-1896), si bien fue discreto al respecto. Al mismo tiempo, su figura fue muy respetada por figuras como Ramón López Velarde o Juan José Arreola, Octavio Paz o Alí Chumacero, quienes se sabían de memoria poemas de él.

Una dimensión de Nervo de la que se habla poco es su paso a la vida escolar, expone, y por generaciones los niños se aprendieron las obras que hizo sobre los héroes patrios, lo que escribió sobre la raza de bronce, del pasado indígena de México. Entonces se trata de una figura muy laureada desde el punto de vista pedagógico y vital de la palabra.

Su camino cosmopolita no fue, sin embargo, como el de otros autores preocupados por la crisis del lenguaje, como el peruano César Vallejo. Él fue más práctico, y si bien por lo mismo más acotado a su tiempo, ha sido en algunas de las más importantes antologías de la poesía latinoamericana.

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