Leona Vicario: Mayas vs tuxpeños, la guerra silenciosa
A 45 kilómetros de Cancún se encuentra la pequeña población de Leona Vicario, conformada a finales del siglo 19, aunque oficialmente creada en 1912 bajo el nombre de Santa María.
Leona Vicario, es una población que se encuentra a la vera de la carretera federal, y todavía hasta mediados del siglo pasado se dedicaba a su actividad principal: el chicle, es decir, la resina blanca que se extrae del árbol de chico zapote, con la que se elaboraba la goma de mascar.
Su población original tiene que ver con el puerto de Tuxpan, Veracruz, ya que la mayor parte de quienes se dedican a la industria del chicle eran veracruzanos.
Leona Vicario pertenecía a un circuito de poblaciones chicleras interconectadas a través de estrechas vías tipo ferrocarril, por medio del cual se deslizaban los truckes, pequeños vagones que eran jalados por mulas.
La vida en Santa María era, por decir, hasta cierto punto aburrida para la visión contemporánea. La temporada del chicle era de septiembre a febrero, después no había nada que hacer. La gente subsistía de la caza y la milpa y se generaban grandes tiempos de ocio en los que salían a flote los juegos de azar y el alcohol.
Los hombres llegaban a las mesas de juego y entregaban armas como muestra de que los albures serían en buena lid, posteriormente, y si las cosas marchaban bien, los rifles, las escopetas y las pistolas se recogían, y todos para su casa, pero, no siempre ocurrió así. La historia de Santa María está plagada de muertes; de duelos en defensa del honor porque, eso sí, un insulto o una trampa no se perdonaba más que con la muerte.
TODOS ERAN “HUACHES”
La llegada de los tuxpeños a finales del siglo 19 y principios del 20 significó una invasión a los territorios mayas.
Oficialmente, la Guerra de Castas terminó en 1901. Los mayas rebeldes habían entregado sus armas al Gobierno Federal, casi simultáneamente a la creación del Territorio de Quintana Roo (1902).
Sin embargo, en la selva, la guerra continuó. En Santa María, por ejemplo, los mayas no distinguían entre soldados del centro del país y chicleros de Veracruz, pues para ellos todos eran huaches (los del centro de México) y había que darles muerte por invadir sus terrenos.
Varios tuxpeños amanecieron muertos a manos de las hordas mayas, pero para las “pocas pulgas” de los tuxpeños, esto fue el inicio de una guerra de guerrillas con bajas para ambos bandos y muertos por doquier.
En Santa María, hoy Leona Vicario, sus viejos pobladores (todavía hasta no hace muchos años) recordaban los nombres de sus prolíferos matones: aquellos que más vidas mayas habían cobrado, y es que la tradición oral no tiene censura: hay nombres y apellidos.
En realidad, en esta guerra no hubo ventajas para nadie. Los mayas también poseían armas de fuego. Fue una lucha sin cuartel hasta que la modernidad, el cansancio y sobre todo las enfermedades inclinaron la balanza a favor de los tuxpeños.
Un ejemplo de lo anterior ocurrió con El Limonar, una población maya a escasos kilómetros de Santa María. El Limonar se desintegró por completo con la aparición de la viruela negra. Los enfermos quedaron en el poblado, los demás (familias enteras) no tuvieron más remedio que refugiarse en Santa María y con ello se inició un proceso de pacificación que se fue dando de manera paulatina, sin rendición oficial, sin documentos ni firmas.
Las familias de los mayas, quizá para evitar más desagravios, fueron cambiando sus apellidos originales por apellidos castellanos, y así, la familia de los “Moo” se convirtieron en Moguel, y de los “Can” se rebautizaron como “Canto”, por solo citar un par de ejemplos.