La fauna de regreso a casa
La Madre Naturaleza se abre camino siempre, a ella nadie ni nada la detiene… solo ha habido un depredador que ha sido capaz de destruir su inmensa belleza y perfección, sin consultarle o siquiera pedirle permiso, casi sin darle nada a cambio, avanza y descubre nuevas tierras y a su paso, también arrasa con todo lo que ve, sin equilibrio alguno.
Luego, ese depredador llegó a estas tierras majestuosas y pintadas en la tierra de colores brillantes turquesas, verdes, azules y cafés, y el mar; naranjas, rojos y amarillos en sus animales; se deslumbró y vio una oportunidad que supo aprovechar muy bien.
Entonces, las húmedas selvas se hicieron ciudades, la frescura de la vegetación se transformó en un seco y caluroso asfalto, al paso de los años disminuía el avistamiento de los colores de los tucanes, guacamayas, jaguares y venados… y ellos, se alejaron; casi sin poner resistencia, asustados y con familias incompletas buscaron un refugio en aquellos lugares en los que el depredador no había tocado aún.
Cuando hay esquinas de banquetas mal pavimentadas y la lluvia cae, la Madre Naturaleza vuelve a abrirse paso en un diminuto espacio creando pasto y unas flores silvestres, en ese minúsculo jardín, seguramente se acercan hormigas e insectos que hacen un pequeño ecosistema que luego es arrancado por un jardinero, un personal de limpieza o simplemente es pisoteado por el constante deambular del gran depredador.
Así, la Madre Naturaleza busca un desesperado respiro y se manifiesta en un pequeño virus. Irónicamente ese virus, tan pequeño e invisible a simple vista, es el que aquieta al depredador más voraz sobre la faz de la Tierra.
Aunque sea por unas semanas, aunque sea por una vez, aunque sea una bocanada de aire fresco, suplica la Madre Naturaleza.
Así, en un extraño silencio de las grandes ciudades, se vuelve a ver el cielo azul; un grillo perdido hace eco en el crucero transitado, la obscuridad de la noche se confunde con la obscura sombra del asfalto, esperando en vano algún auto circular.
Esa quietud pronto llama la atención de los animales en el exilio y vuelven a sus tierras, las que les fueron arrebatadas con disparos, con máquinas de construcción, con el ruido interminable del claxon de 100 mil automóviles.
Salen a su hogar
Un jaguar, al parecer un cachorro, se pasea con curiosidad en el estacionamiento de un hotel. No hizo reservación, pero igual no le interesa hospedarse ahí, así que se va con la misma tranquilidad que llegó.
En otro paraje, un cocodrilo gigantesco va de shopping a un centro comercial súper exclusivo pero llega en un mal momento, todas las tiendas están cerradas así que se sigue de largo. Suerte para la próxima visita; pero eso sí, pasa con gran majestuosidad por entre los canales de ese lugar y se despide con tranquilidad.
Unas aves conocidas como hocofaisanos, que se creía estaban ya extintas -tan extintas que mi teclado marca error al escribir su nombre- se posan en un parque en medio de esa ciudad guardada por el miedo de que ese microscópico virus los encuentre. Al mismo tiempo, en otro lugar, no tan lejos de ahí, un pequeño venado cola blanca se pasea buscando a su madre en un lugar en el que usualmente “le pertenece” al depredador voraz.
Pero no solamente en este hermoso paraíso se han suscitado estos avistamientos; en otros países, en otros continentes, tal es el caso de Nara, en Japón, donde se dio un avistamiento de ciervos deambulando por las calles en busca de comida; en Italia, refieren el avistamiento de ovejas, jabalíes y caballos deambulando por las calles.
En la maravillosa Venecia, una de las ciudades con más índices de depredadores infectados, también fue testigo de numerosos peces, patos y cisnes nadando por sus canales, ahora transparentes y limpios. En Tailandia se dio el avistamiento de una manada de monos en la Plaza Lopburi y así podría seguir la lista de lugares conquistados por el depredador número uno, ahora en recesión, ocupados –seguramente- por una corta temporada por estas criaturas que fueron expulsadas de su propio hogar.
¿Qué va a pasar luego de que este respiro termine? ¿Volveremos a las calles, seguiremos sin conciencia acabando con todo lo que se encuentre a nuestro paso, o la Madre Naturaleza nos dará una segunda oportunidad?